sábado, diciembre 06, 2008

Sant tornem-hi! De la obligatorietat o no de la Responsabilitat Social

Que les Transnacionals estiguin aprofitant la paraula ètica, responsabilitat, etc. per "tapar" irregularitats davant el seu públic és dolent. Que el protocol de Kyoto es va promoure per part de les asseguradores que no volen continuar fent front a les despeses conseqüència pel canvi climàtic és innocent. Però, com diu en Jaume Cendra, a la Sostenibilitat tot suma .i qualsevol acció que treballi a favor de la sostenibilitat sigui benvinguda.

Com promoure els codis ètics a les empreses i qui els fa complir i com? Per respondre a això, s'ha de conèixer la idiosincràsia de cada organització. De poc serveix fer un estudi de mercat per a implantar estratègiques en RSC o E. Evidentment, s’ha d’avaluar l’entorn, i part dels grups d’interès que considera una política de Responsabilitat Social és la competència, la seva clientela, les empreses proveïdores, el públic objectiu, etc. Però no és suficient.

La Responsabilitat Social va més enllà. La RS ha de considerar-se de forma holística. La paraula “Stakeholders” defineix millor tota la part social influenciada per l'empresa: les persones que hi treballen directament i indirecta, a més de tota la societat en la qual l’organització pot generar alguna mena d’impacte de major o menor grau.

Com valorar l'impacte? La valoració quantitativa és una estimació que permet poca participació i implicació. En termes sostenibles, la paraula és obtenir un resultat conseensuat, consensuat per tots els grups d'interès. Aquesta és una de les parts a valorar, però encara falten altres:: les relacions amb el medi natural i l'entorn.

És per això que el ventall de possibilitats de la RS no es pot regular. Per a legitimitzar, ja existeix la la normativa formal que des del compromís de la RS es pot intentar accelerar o modificar, però aquest ja és un altre tema.

La RS ha de ser el codi ètic de l’entitat, ha de ser coherent amb la seva forma de fer, de ser, d’estar i de tenir i cada entitat ha de definir la seva estratègia, objectius i plans d’acció en funció a les seves característiques ontològiques i al seu entorn social, ambiental i econòmic.

viernes, diciembre 05, 2008

Carta a un maltratador


Fernando Orden Rueda 2o de Bachillerato, de Ciencias de la Salud. IES Bioclimático, de Badajoz. II Premio del II Concurso Nacional 'Carta a un maltratador', convocado por la Asociación 'Juntos contra la violencia doméstica'

Para ti, cabrón: Porque lo eres, porque la has humillado, porque la has menospreciado, porque la has golpeado, abofeteado, escupido, insultado... porque la has maltratado. ¿Por qué la maltratas? Dices que es su culpa, ¿verdad? Que es ella la que te saca de tus casillas, siempre contradiciendo y exigiendo dinero para cosas innecesarias o que detestas: detergente, bayetas, verduras... Es entonces, en medio de una discusión cuando tú, con tu 'método de disciplina' intentas educarla, para que aprenda. Encima lloriquea, si además vive de tu sueldo y tiene tanta suerte contigo, un hombre de ideas claras, respetable. ¿De qué se queja?

Te lo diré: Se queja porque no vive, porque vive, pero muerta. Haces que se sienta fea, bruta, inferior, torpe... La acobardas, la empujas, le das patadas..., patadas que yo también sufría. Hasta aquel último día. Eran las once de la mañana y mamá estaba sentada en el sofá, la mirada dispersa, la cara pálida, con ojeras. No había dormido en toda la noche, como otras muchas, por miedo a que llegaras, por pánico a que aparecieses y te apeteciera follarla (hacer el amor dirías) o darle una paliza con la que solías esconder la impotencia de tu borrachera. Ella seguía guapa a pesar de todo y yo me había quedado tranquilo y confortable con mis piernecitas dobladas. Ya había hecho la casa, fregado el suelo y planchado tu ropa. De repente, suena la cerradura, su mirada se dirige hacia la puerta y apareces tú: la camisa por fuera, sin corbata y ebrio.

Como tantas veces. Mamá temblaba. Yo también. Ocurría casi cada día, pero no nos acostumbrábamos. En ocasiones ella se había preguntado: ¿y si hoy se le va la mano y me mata? La pobre creía que tenía que aguantar, en el fondo pensaba en parte era culpa suya, que tú eras bueno, le dabas un hogar y una vida y en cambio ella no conseguía hacer siempre bien lo que tú querías. Yo intentaba que ella viera cómo eres en realidad. Se lo explicaba porque quería huir de allí, irnos los dos... Mas, desafortunadamente, no conseguí hacerme entender.

Te acercaste y sudabas, todavía tenías ganas de fiesta. Mamá dijo que no era el momento ni la situación, suplicó que te acostases, estarías cansado. Pero tu realidad era otra. Crees que siempre puedes hacer lo que quieres.

La forzaste, le agarraste las muñecas, la empujaste y la empotraste contra la pared. Como siempre, al final ella terminaba cediendo. Yo, a mi manera gritaba, decía: mamá no, no lo permitas. De repente me oyó. ¡Esta vez sí que no!–dijo para adentro-, sujetó tus manos, te propinó un buen codazo y logró escapar. Recuerdo cómo cambió tu cara en ese momento. Sorprendido, confuso, claro, porque ella jamás se había negado a nada.

Me puse contento antes de tiempo. Porque tú no lo ibas a consentir. Era necesario el castigo para educarla. Cuando una mujer hace algo mal hay que enseñarla. Y lo que funciona mejor es la fuerza: puñetazo por la boca y patada por la barriga una y otra vez...

Y sucedió. Mamá empezó a sangrar. Con cada golpe, yo tropezaba contra sus paredes. Agarraba su útero con mis manitas tan pequeñas todavía porque quería vivir. Salía la sangre y yo me debilitaba. Me dolía todo y me dolía también el cuerpo de mamá. Creo que sufrí alguna rotura mientras ella caía desmayada en un charco de sangre.

Por ti nunca llegué a nacer. Nunca pude pronunciar la palabra mamá.

Maltrataste a mi madre y me asesinaste a mi Y ahora me dirijo a ti. Esta carta es para ti, cabrón: por ella, por la que debió ser mi madre y nunca tuvo un hijo. También por mí que sólo fui un feto a quien negaste el derecho a la vida.

Pero en el fondo, ¿sabes?, algo me alegra. Mamá se fue. Muy triste, pero serenamente, sin violencia, te denunció y dejó que la justicia decidiera tu destino. Y otra cosa: nunca tuve que llevar tu nombre ni llamarte papá. Ni saber que otros hijos felices de padres humanos señalaban al mío porque en el barrio todos sabían que tú eres un maltratador. Y como todos ellos, un hombre débil. Una alimaña. Un cabrón.