"En la Tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todxs,
pero no tanto como para satisfacer la avaricia de algunxs"
Mahatma Gandhi
jueves, junio 25, 2009
PUERCA TIERRA, John Berger
La experiencia es indivisible y continua. (...) Nunca tengo la impresión de que mi experiencia sea sólo mía, y con frecuencia me parece que me ha precedido. (...) La experiencia está continuamente comparando lo parecido y lo diferente, lo pequeño y lo grande, lo cercano y lo distante. Y así, el acto de aproximarse a un momento dado de la experiencia implica escrutinio (cercanía) y capacidad de conectar (distancia)
p. 20
[...] La relación entre maestro y alumno es compleja. Quienes nos enseñan son conscientes de que nuestra ignorancia local está relacionada con el hecho de que tenemos acceso a otro conocimiento: el del mundo circundante y, para ellos, lejano.
[...] Todos los pueblos tienen historias que contar. (...) La mayor parte de lo que sucede será narrado por alguien antes de que éste acabe. Las historias son reales, basadas en la observación o en el relato directo ofrecido por otro. La sutil observación del inventario de los sucesos y encuentros cotidianos, combinada con el conocimiento mutuo e inmemorial, constituye el llamado cotilleo de los pueblos.
p. 22
En un pueblo, la diferencia entre lo que se sabe de una persona y lo que se desconoce de ella es mínima. (...) El conocimiento que tiene el pueblo de cada individuo no es mucho menor que el de Dios, aunque su juicio sea diferente.
(...) Los campesinos no representan papeles como lo hacen los personajes urbanos. Esto no se debe a que sean “sencillos” o más sinceros o menos astutos; simplemente el espacio entre lo que se desconoce de una persona y lo que todo el mundo sabe de ella – y éste es el espacio de toda representación – es demasiado pequeño.
(...) Un domingo por la mañana, cuando el pueblo estaba en misa, cuatro hombres cogieron todas las carretillas que se utilizan para sacar el estiércol de los establos, y las alinearon en el atrio de la iglesia, de modo que, al salir, todos los demás hombres, tras buscar cada cual la suya, tuvieron que empujarla -¡vestidos de domingo!- por la calle del pueblo.
Por esta razón, el retrato que el pueblo hace continuamente de sí mismo es mordaz, franco, exagerado a veces, raramente idealizado o hipócrita. Y la importancia de esto es que la hipocresía y la idealización zanjan todas las cuestiones; la franqueza las deja abiertas.
p. 26
[...] La impresión de la capital que había conservado para siempre era la de un lugar en el que el dinero está cambiando continuamente de mano. Allí sin dinero no se podía hacer nada. Ni siquiera beber agua. Con dinero podías hacer todo.
p. 52
[...] Cómo descubrieron las cosas que hoy conocemos. Por ejemplo, el chevreton. Pues es algo bien sencillo. Ordeñar a la cabra, calentar la leche, cuajarla y prensar el requesón. ¿Pero cómo descubrieron que la mejor manera de cuajar la leche era coger el estómago de un cabrito, inflarlo como un globo, dejarlo secar, remojarlo en ácido, molerlo y añadir una pizca de este polvo a la leche caliente? ¡Me gustaría saber cómo descubrieron esto las mujeres!
p. 83
[...] Tal vez una de las razones por las que casi nunca se obedece a los viejos es que ellos insisten muy poco en la verdad de sus observaciones; y esto se debe a que todas esas verdades particulares son para ellos pequeñeces, comparadas con la verdad única e inmensa de la que nunca pueden hablar.
p. 96
Pasarse el día vendiendo cosas, o trabajar cuarenta y cinco horas en una fábrica no es vida para un hombre: este tipo de oficios sólo llevan a la ignorancia. No es probable que trabajen nunca en el campo. La granja terminará cuando faltemos Nicole y yo. ¿Para qué, pues trabajar con tanto esfuerzo y tanto empeño en algo que está condenado? Y a eso yo contesto: este trabajo es una manera de preservar el saber que mis hijos-- están perdiendo. Cavo los hoyos, espero a la luna nueva para plantar los arbolitos porque quiero dar ejemplo a mis hijos, si es que están interesados en seguirlo, y , si no lo están, para demostrar a mi padre y al padre de mi padre que el conocimiento que ellos transmitieron todavía no ha sido abandonado. Sin ese saber no soy nada.
p. 107
Las máquinas hacen productivo el trabajo mecánico, y la riqueza que crean va a parar a los dueños de las máquinas.
[...]
Subido al heno volvió a explicarse el significado de las máquinas. Se aseguran de que sabemos que existen. Desde ese momento si no tienes una, el trabajo se hace más duro. El no tener una máquina hace al padre anticuado a los ojos del hijo, al marido ruin para su esposa; hace que un vecino parezca pobre ante el otro. (...) Una buena vaca da 2.500 litros de leche al año. Diez vacas producen 25.000 litros. El dinero que gana por toda esa leche durante un año entero es lo que cuesta un tractor. Por eso necesita un préstamo. Cuando se ha comprado un tractor le dicen: Ahora para sacarle el máximo de rendimiento tienes que comprar máquinas que lo acompañan; nosotros te prestamos el dinero, y tú nos lo devuelves mensualmente. ¡Sin esas máquinas no aprovecharás todas las ventajas que te ofrece el tractor! Y entonces compras una, y luego otra y otra, y así te vas endeudando más. Y acabas teniendo que venderlo todo.
p. 113-117
Morcillas del color de las cerezas negras, cocidas en aguardiente, que reaniman el corazón con su calor, despiertan los instintos porque están especiadas, reconfortan porque saben a humo de leña, dan fuerzas porque son de carne y hacen soñar porque están impregnadas en alcohol.
p. 126
¡El valor del dinero! ¡El valor del dinero! (...) Siento decirles que la preocupación tiene un impuesto. También se paga un impuesto por el dolor y también por tiritar. ¡A mil francos el escalofrío! ¿No decían que habían pasado la noche dando diente con diente? Habrían ahorrado dinero si no hubieran pasado frío. Hoy las ovejas les ahorrarán cientos de miles. Pero el de anoche deberán pagarlo. ¿Han rellenado ya el impreso para pagar el dolor? Decía que tenía úlcera; eso duele mucho, ¡y cuanto más duele, más alto es el impuesto que se paga!
p. 139
Le hice reír midiendo cada uno de sus miembros, comparando cada una de sus partes con el mío. Hoy he hecho una marca en el marco de la puerta de la cocina que me ayuda a recordar su altura real antes de que, como todos nosotros, se encogiera con los años. Un metro veinticinco centímetros. El resto és inconmensurable.
p. 165
Para la gente del campo la distancia es una noción relativa que depende de su modo de cultivar la tierra. Si cultivan melones entre los cerezos, quinientos metros es una distancia considerable. Si apacientan el ganado en un pasto de montaña, cinco kilómetros no es lejos. Para la Cocadrille, que no cultivaba nada porque no tenía tierra, veinte kilómetros era una distancia corta.
p. 181
Todo el mundo en el pueblo decía que era valiente. No creo que fuera verdad. Confiaba en inspirar miedo a los demás. Sabía que asustaba a la gente.
p. 187
En Buenos Aires yo veía a los campesinos recién llegados a la ciudad, y todos ellos tenían la misma pinta de confusión y timidez extrema. Muchos no llegarían a perderla nunca. (...) En el pueblo, es uno quien se lo hace todo, y el modo de hacerlo te da cierta autoridad. Ocurren accidentes, y hay muchas cosas que se te escapan, pero es uno mismo quien ha de enfrentarse con las consecuencias. Cuando llegas a la ciudad, en donde pasan tantas cosas, en donde se hacen y se modifican tantas cosas a un mismo tiempo, te das cuenta con asombro de que todo está fuera de tu control. Es como si fueras una abeja que chocas contra el cristal de una ventana. Ves lo que sucede, los colores, las luces, pero algo que no puedes ver te separa de todo ello. En el caso del campesino, es la supresión forzada de su costumbre de estar continuamente manipulando, haciendo cosas.
p. 199
¿Existe un afán de riquezas justo?
Sí. Existe un afán de riquezas justo, el cual nos inculca las virtudes de la previsión y el ahorro.
[...] El placer es siempre de uno y varía tanto como el dolor y no más que éste. Me había acostumbrado al dolor, y ahora, para mi sorpresa, la esperanza del placer, la esperanza que había conocido cuando tenía once años, me venía de la mano de una anciana con un cigarrillo apagado entre los labios que me llamaba su contrabando.
p. 244
La vida campesina es una vida dedicada por entero a la supervivencia. Ésta es tal vez la única característica totalmente compartida por todos los campesinos a lo largo y ancho del mundo. Sus aperos, sus cosechas, su tierra, sus amos pueden ser diferentes, pero independientemente, de que trabajen en el seno de una sociedad capitalista, feudal, u otras de más difícil clasificación (...) en todas partes se puede definir al campesinado como una clase de supervivientes. Durante el último siglo y medio, la tenaz capacidad de los campesinos para sobrevivir ha confundido a los administradores y teóricos. Todavía hoy se puede decir que los campesinos componen la mayor parte de los habitantes del globo. Pero este hecho oculta otro más importante. Por primera vez en la historia se plantea la posibilidad de que esa clase superviviente pueda dejar de existir. Puede que dentro de un siglo los campesinos hayan desaparecido.
p. 255-256
Ninguna clase ha sido y es más consciente que el campesinado en lo que respecta a su economía. ésta determina o influencia de forma consciente cada una de las decisiones que un campesino toma cotidianamente. Pero la suya no es la economía del comerciante, ni tampoco la economía política burguesa o marxista. El autor que ha escrito con mayor conocimiento de causa, basándose en su experiencia personal, acerca de la economía campesina fue el agrónomo ruso Chayanov.
(...)
El campesino no imaginó nunca que lo que se extraía de su trabajo era plusvalía. Se podría decir que el proletariado sin conciencia política tampoco es consciente de la plusvalía que crea para sus patronos; pero esta comparación es equívoca, pues al obrero, al trabajar por dinero en una economía monetaria, se le puede engañar fácilmente con respecto al valor de lo que produce, mientras que la relación económica del campesino con el resto de la sociedad siempre ha sido transparente. (...) El campesino sabía perfectamente lo que se le extraía, pero no lo consideraba plusvalía por dos razones, material la primera y epistemológica la segunda. 1) No era plusvalía porque las necesidades de su familia todavía no estaban garantizadas. 2) Una plusvalía es un producto final, el resultado de un proceso consumado de trabajo y de cumplimiento de ciertos requisitos.
p. 257-258
Puede parecer que el decir que el campesino es una clase de supervivientes no hace sino confirmar lo que las ciudades, con su arrogancia habitual, han dicho siempre de ellos: que están atrasados, que son una reliquia del pasado. Los propios campesinos, sin embargo, no comparten la visión del tiempo implícita en esas opiniones.
Incansablemente consagrado a arrebatar la vida de la tierra, atado a un presente trabajo interminable, el campesino ve, no obstante, la vida como un interludio. Esto queda confirmado en su familiaridad cotidiana con el ciclo del nacimiento, vida y muerte.
(...) El campesino ve la vida como un interludio debido al movimiento dual, opuesto en el tiempo, de sus ideas y sentimientos, movimiento que a su vez se deriva de la naturaleza dual de su economía. (...) Sus ideales se sitúan en el pasado; sus obligaciones son para con un futuro que él mismo no vivirá para ver. Tras su muerte, no será transportado al futuro: su noción de inmortalidad es diferente: volverá al pasado.
(...)
Estos dos movimientos, hacia el pasado y hacia el futuro, no son tan opuestos como puede parecer a primera vista, porque básicamente el campesino tiene una visión cíclica del tiempo. (...) Quienes tienen una visión del tiempo unidireccional no admiten la idea del tiempo cíclico: les da vértigo moral, pues toda su moralidad se basa en la relación causa-efecto. Quienes tienen una visión cíclica del tiempo no tieen gran inconveniente en aceptar la convención del tiempo histórico, que no es sino la huella de la rueda que gira.
p. 261-262
En el sueño campesino, el trabajo no deja de ser necesario. El trabajo es la condición de la igualdad. Los ideales de la igualdad marxista y burgués presuponen un mundo de abundancia; exigen la igualdad de derechos para todos delante de una cornucopia; la cornucopia que construirán la ciencia y el desarrollo del conocimiento. Lo que cada uno de ellos entiende por igualdad de derechos es, por supuesto, muy diferente. El ideal campesino de igualdad reconoce un mundo de escasez, y su promesa es la de una ayuda mutua fraternal en la lucha contra ésta y un reparto justo del producto del trabajo.
(...) Esta relación no antagonista entre lo desconocido y el saber explica por qué parte de su conocimiento se acomoda a lo que, desde fuera, se define como superstición o magia. (...) Lo desconocido sólo se puede eliminar dentro de los límites de un experimento de laboratorio. Unos límite que a él le parecen ingenuos.
p. 263-264
En primer lugar, hemos de observar que las clasificaciones las hacen las ciudades conforme a un guión histórico, perteneciente a la cultura del progreso, que enfrenta a la derecha y a la izquierda.
p. 268
La idea de que el cambio, la crítica, la experimentación florecieron en las ciudades y emanaron de ellas es un cliché histórico. Lo que a menudo se pasa por alto es que el carácter de la vida cotidiana en las ciudades permitía ese tipo de investigación. La ciudad ofrecía a sus habitantes cierta seguridad, continuidad, permanencia. (...) calefacción, (...), iluminación (...), medios de transporte (...), murallas (...), asilos y hospitales (...), bibliotecas (...), servicios.
p. 269
(...) El ciudadano vive solo en un limbo bien atendido
p. 270
La experiencia del campo es más intensa de lo que cualquier lista, por larga y completa que sea, puede sugerir. (...) En primer lugar, su capacidad de observación. Apenas se produce un cambio en el entorno del campesino, ya sea en las nubes o en las plumas de la cola del gallo, sin que él se dé cuenta de ello y lo interprete en términos del futuro. Su actividad como observador no cesa nunca, de forma que siempre está registrando cambios y reflexionando sobre ellos. (...) Su observación no deja pasar inadvertido el menor signo de cambio, y sus deudas magnifican la amenaza real o imaginaria de una gran parte de lo que observa.
p. 270.- 271
La modernización entraña la desaparición de los pequeños campesinos (la mayoría ) y la transformación de la minoría restante en unos seres totalmente diferentes desde el punto de vista social y económico. El desembolso de capital con vistas a una mecanización y fertilización intensiva, el tamaño necesario de la granja que ha de producir exclusivamente para el mercado, la especialización en diferentes productos de las zonas agrícolas, todo ello significa que la familia campesina deja de ser una unidad productiva y que, en su lugar, el campesino pasa a depender de los intereses que le financian y le compran la producción.
p. 274
La imposición de monocultivos (...), la marginalización de las granjas de subsistencia y, sólo, y únicamente debido a ello, el ascenso de la población, hacen que cada vez más y más campesinos se vean reducidos a un estado de pobreza tal que, sin tierra, sin semillas, sin esperanza, pierden toda su identidad social previa. Muchos de estos campesinos se aventuran en las ciudades, en donde forman una masa compuesta por millones de personas; una masa, como no la había habido nunca antes, de vagabundos estáticos; una masa de sirvientes desempleados. Sirvientes en el sentido de que esperan en los suburbios, arrancados de su pasado, excluidos de los beneficios del progreso, abandonados por la tradición sin nadie a quien servir.
p. 274-275
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