Si las instituciones públicas y las compañías alimentarias saben desde hace décadas que las comidas azucaradas, saladas o grasas no son buenas para la población en las cantidades en que las consumimos. ¿Por qué la diabetes, la obesidad y la hipertensión siguen aumentando sin control?
¿Por qué las personas siguen consumiendo según qué productos cuando la obesidad está asociada a la diabetes, a los infartos y a muchas otras enfermedades?
Algunas personas expertas señalan la irresponsabilidad de las personas, otras acusan a las empresas, otras al entorno y otras a herencias genéticas (estos son los determinantes de salud de Lalonde, 1974).
Como todos los problemas que asolan nuestra sociedad, sus causas, sus consecuencias no pueden asociarse como tradicionalmente se hacía ciencia. No existe una causa y un efecto, formamos parte de sistemas que se interrelacionan y estamos ante problemas multifactoriales que se deben solucionar de forma conjunta.
El aumento en el uso de sustancias adictivas por parte de las empresas en nuestra alimentación (azúcares, sales, etc.), la modificación artificial de la alimentación desde su cultivo con semillas modificadas genéticamente (todavía sin demostrar su inocuidad), el aumento de las envases y las porciones individuales, la desaparición de parques verdes, la sustitución de zonas peatonales por carreteras que obligan el transporte motorizado y ponen en peligro peatones y ciclistas, aumentan la contaminación atmosférica (también asociada con la obesidad en niños de madres expuestas a PM10) son algunas de las causas de la obesidad.
Continúa
Lo que está claro es que tenemos que empezar una guerra contra las subvenciones de la agricultura intensiva que promueve el cultivo de alimentos poco saludables y contra los aditivos adictivos que los restaurantes de comida rápida o las multinacionales alimentarias añaden a nuestros alimentos.
Esta guerra se parecerá a la que empezó con la industria del tabaco, pero tenemos ventajas: No es la primera vez que se demuestra que las empresas no juegan limpio y que experimentan con sus consumidorxs. También conocemos el poder que ejercen sobre nuestros gobiernos, nuestro espacio público y su publicidad. Disponemos de más herramientas para calcular los costes asociados a la obesidad y todo lo que la sociedad podría ahorrarse si erradicase la agricultura intensiva, el procesamiento de alimentos y su manipulación para convertirlos en más sabrosos con grasas, sal y azúcar.
¿Tendremos también que demostrar que todas esas ayudas estatales desde la agricultura hasta las inversiones en infrastructuras que benefician la aparición de entornos obesogénicos tienen un coste brutal para nuestras economías y nuestro estado del bienestar?
Beliard et al. "Nous ne sommes pas coupables d'être malades" Les Petits Malins¿Por qué las personas siguen consumiendo según qué productos cuando la obesidad está asociada a la diabetes, a los infartos y a muchas otras enfermedades?
Grant Cornett for The New York Times |
Algunas personas expertas señalan la irresponsabilidad de las personas, otras acusan a las empresas, otras al entorno y otras a herencias genéticas (estos son los determinantes de salud de Lalonde, 1974).
Como todos los problemas que asolan nuestra sociedad, sus causas, sus consecuencias no pueden asociarse como tradicionalmente se hacía ciencia. No existe una causa y un efecto, formamos parte de sistemas que se interrelacionan y estamos ante problemas multifactoriales que se deben solucionar de forma conjunta.
El aumento en el uso de sustancias adictivas por parte de las empresas en nuestra alimentación (azúcares, sales, etc.), la modificación artificial de la alimentación desde su cultivo con semillas modificadas genéticamente (todavía sin demostrar su inocuidad), el aumento de las envases y las porciones individuales, la desaparición de parques verdes, la sustitución de zonas peatonales por carreteras que obligan el transporte motorizado y ponen en peligro peatones y ciclistas, aumentan la contaminación atmosférica (también asociada con la obesidad en niños de madres expuestas a PM10) son algunas de las causas de la obesidad.
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Lo que está claro es que tenemos que empezar una guerra contra las subvenciones de la agricultura intensiva que promueve el cultivo de alimentos poco saludables y contra los aditivos adictivos que los restaurantes de comida rápida o las multinacionales alimentarias añaden a nuestros alimentos.
Esta guerra se parecerá a la que empezó con la industria del tabaco, pero tenemos ventajas: No es la primera vez que se demuestra que las empresas no juegan limpio y que experimentan con sus consumidorxs. También conocemos el poder que ejercen sobre nuestros gobiernos, nuestro espacio público y su publicidad. Disponemos de más herramientas para calcular los costes asociados a la obesidad y todo lo que la sociedad podría ahorrarse si erradicase la agricultura intensiva, el procesamiento de alimentos y su manipulación para convertirlos en más sabrosos con grasas, sal y azúcar.
¿Tendremos también que demostrar que todas esas ayudas estatales desde la agricultura hasta las inversiones en infrastructuras que benefician la aparición de entornos obesogénicos tienen un coste brutal para nuestras economías y nuestro estado del bienestar?
Davdand et al. "Maternal Exposure to Particulate Air Pollution and Term Birth Weight: A Multi-Country Evaluation of Effect and Heterogeneity" Environmental Health Perspectives 121:367–373 (2013)
Kenner "Food Inc."
Moss, M. "The Extraordinary Science of Addictive Junk Food" The New York Times Magazine (February 20, 2013)
Lee, Helen "The Making of the Obesity Epidemic. How food Activism Led Public Health Astray" The break through (Spring 2013)
Pérez "Entorns obesogènics: més enllà de l'alimentació i l'activitat física" Butlletí del SAC 153:2-3 (2011)
4 comentarios:
Sólo siendo conscientes de lo que nos llevamos a la boca podemos cambiar esta tendencia.
Ocurre que cuando hablas con alguien sobre un alimento, siempre hace alusión a lo rico que está para su paladar, no para su cuerpo.
Si el mercado alimenticio ha evolucionado como lo ha hecho es porque en cierto modo lo demandamos.
Saben lo que nos gusta, y nos lo dan. Y nosotros, ignoramos lo que verdaderamente le gusta a nuestro cuerpo.
Si nuestras células hablaran, nos mandarían a tomar por culo cada vez que nos bebemos una Coca-Cola o cada vez que compramos un producto con azúcares refinados o antioxidantes artificiales o conservadores o...
¡¡Culpables!!
Tenemos el poder de cambiar las cosas, pero no lo hacemos porque somos simples, básicos, estúpidos.
¿Cuánta gente prefiere tener un Mercedes y comprar la peor leche que encuentran?
Lo que tenemos es lo que merecemos.
Víctor, ¿has visto Food Inc.?
Hacia el minuto 36, sale una familia explicando que es más económico comprar un menú de 1$ en un Fast-Food que comprar verdura y cocinarla.
A mí, me da lástima. Juegan con la ignorancia de la gente y juegan con la población más desfavorecida.
Las subvenciones a la producción agrícola y ganadera intensiva tiene la consecuencia de abaratar los costes de la producción de maíz o de carne y perjudica gravemente el cultivo de huertas.
Las huertas que tenemos en Almería o Murcia utilizan una cantidad de Contaminantes Orgánicos Persistentes brutal en forma de pesticidas, herbicidas y otros. Está demostrada su relación con enfermedades vinculadas con la obesidad.
Y del consumo de productos de origen animal: carne, pescado, huevos o lácteos se alimentan de estos mismos cereales, por no hablar de la cantidad de antibióticos y anabolizantes que ingerimos.
Estoy de acuerdo, estamos donde queremos. Pero, a partir de esta información y de la que existe en mucha otra bibliografía, vemos que tenemos que denunciar y parar ese tipo de explotación económica que no solo perjudica nuestra salud, sino a toda la sociedad y a todos los entornos existentes.
The secret life of fat con Michele La Merril en Health Environmental Perspectives
What do we know about Obesogens con Bruce Blumberg en Health Environmental Perspectives
Cris, siento que es una lucha inútil.
No soy un derrotista, no, todo lo contrario.
Simplemente observo lo que ocurre y me doy cuenta de que no tengo el poder de cambiar la sociedad, si acaso a mí mismo. En mi casa sólo entran productos de primera calidad, alimentos de cultivo ecológico o de demostrada calidad.
Me doy cuenta de que no puedo cambiar la mentalidad de mi vecino, porque eso supondría un gasto enorme de energía y sin garantía alguna. Probablemente me ganaría su enemistad.
Todo esto lleva una tendencia imparable. Asistimos a una corriente que sigue su flujo como la lava de un volcán. Ponte en medio y te arrasará. Sólo nos queda echarnos a un lado para que pase.
Sé lo que hace Monsanto, sé lo que hace Nestlé, sé cómo cultivan en Almería, cómo explotan a las gallinas en las granjas, cómo tratan al ganado, cómo riegan, cómo abonan, etc, etc. No en vano me crié en una huerta donde se regaba con agua de pozo, de manantial y se abonaba con mierda de cabra. Valoro lo bueno. Invierto en ello, al tiempo que tengo un coche de lo más simple y vivo sin demasiados lujos. Eso no es lo que queremos como sociedad, se está demostrando todos los días.
Las cosas están estructuradas de este modo porque somos MUCHOS y hemos delegado en otros porque no queremos hacernos cargo de ello.
Es como la comunidad de vecinos que no quiere hacerse cargo de su economía y la deja en manos de un administrador, el cual, sí o sí, en el 90% de los casos va a estafar a la comunidad, como he podido comprobar personalmente, porque soy persona de meterme en mil fregados y hacerlo hasta adentro.
Voy sacando conclusiones y no erróneas, precisamente, porque me cuido mmucho de obtener datos y comprobarlos personalmente. Es decir, soy un tocapelotas en toda regla.
Como ganado que somos, como número masivo que somos, simplemente se nos alimenta así, como a ganado.
Tú, que eres inteligente, haz loo posible por no transigir, pero (si me lo permites) no te metas a salvar a otros, porque acabarás jodida.
De todos modos, siempre ha habido luchadores en pro de la colectividad y han conseguido cosas. Yo me cansé, simplemente, porque no creo en ello.
Si eres consciente de que todo eso que cuentas en la entrada es algo añadido a tu alimentación y que además, es innecesario, reaccionarás, pero...pocas personas se preocupan realmente de ver qué se llevan a la boca. Poquísimas, y de las que se dan cuenta, algunas prefieren comprarse un Mercedes clase C antes que pagar un pcco más por unos huevos de granja ecológica. Así que, al final quedamos cuatro gatos.
¿Cuánta gente ves en los supermercados mirar las etiquetas de los alimentos? Yo veo a un 1% y los que lo hacemos somos tachados de neuróticos.
No puedo luchar para abrir mentes, no puedo.
A veces me da la pataleta, pero no tiene sentido. Como te digo, esto lleva una tendencia y hay que dejar que supure, que reviente.
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