Me pregunto si alguna administración pública ha estudiado el impacto de las iniciativas sociales, por ejemplo, los huertos urbanos. Si hablamos de salud, las poblaciones de esos barrios tienen más movimiento para desplazarse y moverse hasta allí y por los requerimientos psicomotrices que se requieren para desarrollar las tareas agrícolas. También, y sigo en términos de salud, las enfermedades mentales, muchas debidas al aislamiento y confinamiento en los espacios individuales que en las ciudades se suelen llamar viviendas y que en muchos casos se convierten en tumbas en vida. Sigamos con la salud y citemos la mejora en la alimentación debido a la incorporación de vegetales frescos que aunque llenos de metales pesados y de contaminantes atmosféricos derivados del modelo de transporte que rodea las ciudades, generan dietas mucho más saludables que las dietas ricas en glutamato monosódico y azúcares o fructosas promovidas por el modelo de agroalimentario imperante. No puedo dejar de hablar, si me refiero a lo que comúnmente se conoce como salud, de la mejora de la calidad del aire por la ocupación de un espacio urbano.
Sigamos hablando de ese mix urbano rural y nos referiremos a la mejora del entorno y de la red social. En ese espacio libre de coches, si es suficientemente grande, tiene cabida el juego infantil, las tertulias de gente mayor y la convivencia de grandes, pequeñxs y adultxs, y si ese colectivo es suficientemente inclusivo quizás hallan diseñado los pasillos de la huerta de tal manera que todas las diversidades funcionales e intelectuales puedan aportar su granito de arena en la construcción del proyecto, donde la negociación por la distribución de los cultivos se discute colectivamente, el conocimiento intergeneracional e intercultural se transmite y además se refuerza la convivencia entre colectivos antes excluidos mutuamente. ¿Cómo mejora la seguridad en esos barrios? ¿Cómo valoran sus habitantes la mejora en su calidad de vida? ¿Cómo se empodera esa ciudadanía para tener debates y tomar decisiones en colectividad útiles para el bien común?
Todas esas preguntas se quedan sin resolver. Pues las administraciones y quienes dirigen durante cuatro años, más preocupadas por generar las condiciones necesarias para resolver su papeleta durante su mandato y promover soluciones cortoplacistas de construcción y manufactura; no destinan un solo céntimo a este tipo de investigación. Es mucho más lucrativo, para algunas empresas, como ya sabemos, y mucho más vistoso invertir en investigaciones con gran uso de tecnologías o laboratorios o en grandes infraestructuras que generan lugares de trabajo precarios y precarizantes que engrosarán una vez finalizados la lista de personas sin ingresos o en residencias o centros de día para mayores, los llamados centros para discapacitadxs y las guarderías infantiles donde confinar a las personas a la vida individual que el sistema productivo requiere.
Aunque cada vez existen más investigaciones independientes o en países con administraciones con una mentalidad menos ‘lucrativa’ que demuestran los beneficios de los proyectos colectivos generados de abajo arriba. Véase algunas comunidades canadienses, australianas, bolivianas o argentinas. Iba a buscar algunos ejemplos y referencias, pero ¿sabéis qué? Que estoy harta de trabajar sin cobrar, así que si alguien quiere que se lo explique que me pague.