La transformación de la cultura en el Khumbu no ha traído consigo una mejora general, pero no oí que muchos sherpas se quejaran de los cambios. Las divisas que aportan el deporte del alpinismo, así como las subvenciones de organizaciones internacionales de beneficiencia, han servido para crear escuelas y hospitales, reducir la mortalidad infantil, construir puentes y llevar energía hidroeléctrica a Namche y otros pueblos. Resulta un tanto paternalista por parte de los occidentales lamentar la pérdida de aquellos buenos viejos tiempos en que todo era mucho más simpe y pintoresco en el Khumbu. La mayoría de la gente que habita esta accidentada región no parece tener deseos de que la excluyan del mundo moderno o del aluvión del progreso humano. Los sherpas no quieren, por nada del mundo, que los conserven como especímenes en un museo arquelógico.
Mal del altura, Jon Krakauer (Pág. 75)
Si bien este desarrollo es parcialmente positivo, este tipo de turismo no beneficia a toda la sociedad y las culturas y formas de vida se mutan para transformarse en una réplica "pobre" de la cultura occidental.
En realidad, el aporte económico o el desarrollo excelente viene de la mano de un desarrollo genuino, que no imite el comportamiento o las necesidades occidentales; sinó que evolucione y crezca a su manera. De lo contrario, vemos repetirse una y otra vez los mismos problemas a los que nos enfrentamos los occidentales. Siguiendo con el mismo ejemplo del turismo de alpinismo en el Himalaya:
La manera más simple de reducir el número de futuras tragedias sería, quizá, prohibir el oxígeno embotellado a no ser para su uso médico de urgencia. Algún que otro insensato moriría tal vez tratando de coronar sin oxígeno, pero un buen número de escaladores sin probada competencia se vería forzado a dar media vuelta por sus propias limitaciones físicas antes de llegar a altitudes problemáticas. Y una normativa antioxígeno tendría como corolario el reducir automáticamente los desechos y los atascos, pues muy pocas personas intentarían escalar el pico si supieran que no existe la opción del oxígeno adicional.
Pero el negocio de las agencias de guías carece de una reglamentación adecuada y está administrado por bizantinas burocracias tercermunidistas totalmente incapaces de valorar la idoneidad de guías o clientes. Es más, los dos países que controlan el acceso –Nepal y China- son asombrosamente pobres. Ávidos de divisas fuertes, los gobiernos de ambos países tienen un interés particular en conceder tantos permisos de escalada como pueda respaldar el mercado, y no es probable que ninguno de los dos promulgue una legislación que limite sustancialmente sus ingresos.
Mal de altura, Jon Krakauer (pág. 327)
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