El presidente Morales solicitó a la ONU la elaboración de una Carta de los derechos de la Madre Tierra cuyos tópicos principales serían: el derecho a la vida de todos los seres vivos; el derecho a la regeneración de la biocapacidad del Planeta; el derecho a una vida pura, pues la Madre Tierra tiene el derecho a vivir libre de contaminación y de polución; el derecho a la armonía y al equilibrio con y entre todas las cosas. Y nosotros añadiríamos, el derecho de conexión con el Todo del cual somos parte.
Esta visión nos muestra cuán lejos estamos de la concepción capitalista, de la que hemos sido rehenes durante siglos, y según la cual la Tierra es vista como un mero instrumento de producción, sin propósito, un reservorio de recursos que podemos explotar a nuestro gusto. Nos faltó la percepción de que la Tierra es verdaderamente nuestra Madre. Y la Madre debe ser respetada, venerada y amada.
Fue lo que afirmó el presidente de la Asamblea, Miguel d’Escoto Brockmann, al cerrar la sesión: «Es justísimo que nosotros, hermanos y hermanas, cuidemos de la Madre Tierra pues ella, al fin y al cabo, es quien nos alimenta y sustenta». Por eso, apelaba a todos para que escuchásemos atentamente a los pueblos originarios. A pesar de todas las presiones en contra, ellos mantienen viva la conexión con la naturaleza y con la Madre Tierra y producen en consonancia con sus ritmos y con la capacidad de aguante posible de cada ecosistema, contraponiéndose a la rapiña de las agroindustrias que actúan sobre toda la Tierra.
Extracto de El siglo de los derechos de la Madre Tierra, Vamos a salvar el mundo (09/05/09)
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