Tiene razón la Carta de la Tierra cuando reza:
«Como nunca antes en la historia, el destino común nos convoca a buscar un nuevo comienzo... Esto requiere un cambio en la mente y el corazón».Es exactamente esto: no bastan los remiendos, necesitamos recomenzar, es decir, encontrar una forma diferente de habitar la Tierra, de producir y de consumir con una mente cooperativa y un corazón compasivo.
(...)
¿Qué podríamos esperar de Copenhague? Apenas esta sencilla confesión: así como estamos no podemos continuar. Y un propósito simple: Vamos a cambiar de rumbo. En vez de la competición, la cooperación. En vez de progreso sin fin, armonía con los ritmos de la Tierra. En lugar del individualismo, la solidaridad generacional. ¿Utopía? Si, pero una utopía necesaria para garantizar un porvenir.
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