jueves, agosto 16, 2007

Turismo sostenible


Muchas personas piensan que el turismo aporta riqueza a los países en vías de desarrollo, que el turismo en un hotel de inversión extranjera genera lugares de trabajo, economía y "evolución" en esas zonas deprimidas.

En parte es cierto, el turismo genera empleos para sectores de la población y no es necesario pensar en el turismo convencional de playas. Por ejemplo, el turismo deportivo en el Himalaya u otras regiones permiten la creación de puestos de trabajo, hoteles y un desarrollo de las comodidades de la sociedad local.

La transformación de la cultura en el Khumbu no ha traído consigo una mejora general, pero no oí que muchos sherpas se quejaran de los cambios. Las divisas que aportan el deporte del alpinismo, así como las subvenciones de organizaciones internacionales de beneficiencia, han servido para crear escuelas y hospitales, reducir la mortalidad infantil, construir puentes y llevar energía hidroeléctrica a Namche y otros pueblos. Resulta un tanto paternalista por parte de los occidentales lamentar la pérdida de aquellos buenos viejos tiempos en que todo era mucho más simpe y pintoresco en el Khumbu. La mayoría de la gente que habita esta accidentada región no parece tener deseos de que la excluyan del mundo moderno o del aluvión del progreso humano. Los sherpas no quieren, por nada del mundo, que los conserven como especímenes en un museo arquelógico.
Mal del altura, Jon Krakauer (Pág. 75)


Si bien este desarrollo es parcialmente positivo, este tipo de turismo no beneficia a toda la sociedad y las culturas y formas de vida se mutan para transformarse en una réplica "pobre" de la cultura occidental.

En realidad, el aporte económico o el desarrollo excelente viene de la mano de un desarrollo genuino, que no imite el comportamiento o las necesidades occidentales; sinó que evolucione y crezca a su manera. De lo contrario, vemos repetirse una y otra vez los mismos problemas a los que nos enfrentamos los occidentales. Siguiendo con el mismo ejemplo del turismo de alpinismo en el Himalaya:


La manera más simple de reducir el número de futuras tragedias sería, quizá, prohibir el oxígeno embotellado a no ser para su uso médico de urgencia. Algún que otro insensato moriría tal vez tratando de coronar sin oxígeno, pero un buen número de escaladores sin probada competencia se vería forzado a dar media vuelta por sus propias limitaciones físicas antes de llegar a altitudes problemáticas. Y una normativa antioxígeno tendría como corolario el reducir automáticamente los desechos y los atascos, pues muy pocas personas intentarían escalar el pico si supieran que no existe la opción del oxígeno adicional.

Pero el negocio de las agencias de guías carece de una reglamentación adecuada y está administrado por bizantinas burocracias tercermunidistas totalmente incapaces de valorar la idoneidad de guías o clientes. Es más, los dos países que controlan el acceso –Nepal y China- son asombrosamente pobres. Ávidos de divisas fuertes, los gobiernos de ambos países tienen un interés particular en conceder tantos permisos de escalada como pueda respaldar el mercado, y no es probable que ninguno de los dos promulgue una legislación que limite sustancialmente sus ingresos.
Mal de altura, Jon Krakauer (pág. 327)
Tiene una solución complicada, ya que pedir a esas gentes que no cuenten con sanidad, educación y esperanzas de desarrollo es totalmente injusto. Igualmente injusta se plantea la contaminación y la pérdida de vidas en la montaña por la falta de legislación.

Lo más fácil es que la población tenga posibilidades de desarrollo y que sea ella misma la que elija su futuro. Aunque no sólo mostrando la parte "bonita" de nuestra civilización o del aporte de divisas. Esa parte genera unos costes a los que, a largo plazo, la población deberá hacer frente. Por ejemplo, el mantenimiento de infrastructuras deberá correr a cuenta del país de acogida: aeropuertos, carreteras, plantas de recogida de residuos, rescates en la montaña, telefonía, consumos de agua, electricidad y combustibles de todo tipo. Todo esto genera puestos de trabajo que deben ser sufragados por las administraciones públicas locales. ¿Están preparadas? ¿Recogen suficientes impuestos de esas divisas extranjeras para mantener a su país?
Desde este blog hago una llamada a los gobiernos de los países para que cuando acepten capital extranjero, cuenten con los costes a largo plazo que eso les va a reportar. Una ciudad contruida con capital extranjero es una fuente de ingresos a corto plazo. Pero esa ciudad, luego debe mantenerse, debe tener carreteras, recogida de basuras, servicios sociales, iluminación pública, etc. y esa parte la pagan las administraciones y, al final, su ciudadanía.

miércoles, agosto 08, 2007

Principio de reciprocidad

Según el libro la Ciudad de las Bestias, las tribus amazónicas tienen una forma especial de dar y recibir regalos. Cuando reciben un regalo, por cortesía, deben corresponder a la persona "dadora" con otro regalo. Igualmente, la persona que recibe uno debe corresponder y ofrecer otro obsequio.

En este libro de la escritora, Isabel Allende, este ejercicio de dar y recibir se le llama principio de reciprocidad y se basa en el equilibrio de dar aquello que se recoge y se puede reponer.

Estas gentes toman de la naturaleza aquello que necesitan, ni más ni menos. No entienden que se pueda coger más de lo necesario, ya que se consideran parte de la naturaleza y despojarla de su orden natural es incomprensible para ellos. Toman de la naturaleza alimento y agradecen a los animales y plantas de los que se alimentan su sacrificio interprentando que cuando mueran, sus cuerpos servirán a su vez para alimentar a la naturaleza y reponer lo que han consumido.

Esta "ética de reciprocidad" se encuentra también en otras culturas o religiones. Por ejemplo, el cristianismo "todas las cosas que queráis que las gentes hagan con vuestra persona, así haced también con ellas" (Mt. 7, 12) El judaismo: "lo que es odioso para ti, no se lo hagas al prójimo".

Religiones y culturas tan distanciadas se basan en un mismo principio y lo que difiere es la interpretación que se hace del mismo según el tiempo y la conveniencia. En nuestros inicios, el respeto por la naturaleza, unía el planeta en un equilibrio sostenible que permitía un cierto desarrollo.

En la actualidad, son muchos los territorios deteriorados y explotados en los que la naturaleza apenas tiene cabida. Pero también es cierto que los bosques cada vez están más abandonados y necesitan de la mano humana para su desarrollo en equilibrio.

¿Cómo encontrar ese equilibrio? ¿Quién dicta las normas? ¿Dónde están los límites?

Una vez más, ética se confunde con naturaleza con sociedad y economía. Si todo permaneciera intacto, seguiríamos en la edad de piedra o peor todavía, existirían unas diferencias cada vez mayores entre la vieja Europa y el resto del mundo que nos permitirían seguir esclavizando y colonizando civilizaciones.
¿Algunas cosas negativas? La pérdida de identidad, la estandarización de costumbres, etc. Pero, ¿no somos las personas iguales? Pensemos en el principio de reciprocidad y en su coincidencia en varias culturas. Existen principios que son para todas las personas iguales.