De José Antonio Martínez en Espacio Logopédico (15/04/2002)
Cuando l@s niñ@s relacionan lo que aprenden con su propia experiencia, se interesan y se llenan de vitalidad convirtiendo lo aprendido en algo propio. Los colegios Waldorf están diseñados para promover y desarrollar este tipo de aprendizaje.
Esta corriente se distancia de las metodologías tradicionales que conducen al estudiantado hacia un aprendizaje jerárquico, dirigista y competitivo; en este método se trabajan las conductas de serenidad, capacidad de reacción, imaginación y sensibilidad artística, solidaridad y tolerancia entre otras. Un peso muy importante tienen el arte, las lenguas extranjeras y la gramática a partir de cuentos de hadas, fábulas, leyendas populares, poesías, etc. con las que el/la niñ@ va adquiriendo la formación.
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En el aprendizaje Waldorf, se trabaja por sextenios, es decir por ciclos de 7 años. No hay libros de texto en los primeros años de escolaridad. L@s aprendices producen sus propios libros recopilando experiencias y enseñanzas de la vida cotidiana. Desde muy pequeños introducen el alfabeto de forma pictórica, deletreando, recitando y representando los símbolos. (...) Durante los siete primeros años l@s niñ@s estrechan sus relaciones con el/la mism@ profesor/a-tutor/a.
El juego como elemento indispensable, es otro de los anclas utilizados por este método, ya que jugar significa percibir con todos los sentidos, poner en movimiento todo el cuerpo, ser activo.
El juego es el medio para que el niño domine el movimiento corporal, construya su equilibrio, defina un tacto delicado y un impulso lleno de fuerza; de ello nace más tarde la experiencia consciente de sí mismo.
Las personas son seres triconformadas, por espíritu, alma y cuerpo, cuyas capacidades se desenvuelven en tres etapas en el sendero hacia la adultez: primera infancia, niñez intermedia y adolescencia.
PRIMERA INFANCIA
En la primera edad las criaturas están en total concordancia con su entorno físico, absorben el mundo de manera primordial por medio de sus sentidos y responden en el modo más activo de conocimiento: con la imitación.
La imitación es el poder de identificarse personalmente con el entorno inmediato utilizando la voluntad activa de consigo mism@. La ira, el amor, la felicidad, el odio, la inteligencia, la estupidez, el tono de voz, el contacto físico, el gesto corporal, la luz, la oscuridad, el color, la armonía y la desarmonía son influencias absorbidas por el organismo físico, aún maleable, y que afectan el cuerpo para toda la vida.
Las personas relacionadas con la criatura, madre y padre, cuidador@s, profesor@s tienen la responsabilidad de crear un entorno que sea digno de la imitación incuestionable por parte del niño. El entorno debe ofrecer abundantes oportunidades para la imitación significativa y el juego creativo, esto mantiene al niño en la actividad central de estos primeros años, el desarrollo del organismo físico.
INFANCIA MEDIA
Después de identificar e imitar, ahora, en un nivel más consciente están list@s para volver a conocerlo por medio de la imaginación, ese poder que nos permite "ver" un cuadro, "escuchar" un cuento y "adivinar" significados en las apariencias.
Durante los años de la escuela primaria, la tarea del/la educador/a es transformar todo lo que el/la niñ@ necesita saber sobre el mundo a un lenguaje de la imaginación, un lenguaje que debe ser tan fiel a la realidad como lo es el análisis intelectual en el adulto.
Todo aquello que le habla a la imaginación y que realmente se aprecia, despierta y activa los sentimientos, se recuerda y es aprendido. Los años de primaria son el momento para educar la "inteligencia sensible"; tras los cambios fisiológicos en la pubertad, que marcan la culminación virtual de la segunda gran fase de desarrollo, el aprendizaje imaginativo sufre una metamorfosis para reaparecer como el poder racional, abstracto del intelecto.
ADOLESCENCIA
La personalidad festeja su independencia y procura explorar el mundo otra vez, de una nueva manera. La persona está madurando silenciosamente. A su debido momento surgirá el/la individu@.
Este ser esencial no es el producto de la herencia ni del entorno es una manifestación del espíritu. El suelo sobre el cual camina y en el que echará raíces, es la inteligencia que ha madurado de la voluntad y el sentimiento para llegar al pensamiento claro y experimentado. En la sabiduría tradicional este ser "es mayor de edad" y está listo para emprender la verdadera tarea de educarse, educarse a sí mism@, lo que distingue a la persona adulta de la adolescente.
Sara Latorre es actualmente la tutora del primer curso de primero básico en el jardín de la Casita en el Campo. Para ella, la principal diferencia entre la pedagogía Waldorf y el sistema tradicional es curricular.
“Se trata de adecuar éste a las etapas de vida del niño. Se pasan las mismas materias, pero en otro momento y de otra forma, mucho más artísticamente, sin libros. Ellos (los niños) hacen sus propios libros, por consiguiente, su camino hacia la inteligencia es otro, no es directamente intelectual. Los siete primeros años del niño es un camino del cuerpo; los segundos siete años son del sentir, y los de enseñanza media son los que conducen directamente hacia el intelecto”, indicó Sara Latorre.
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