miércoles, octubre 05, 2011

Corresponsabilidad con la banca

De Jordi Miralles "Vivamos sin ellos" en Revista Integral (09/2011)

(...) La alternativa a las finanzas salvajes occidentales está bien afianzada en el mundo islámico, como documenta Loretta Napoleoni en la Economía canalla (2008). En el corazón de la economía islámica, “subyace al sistema la filosofía del riesgo compartido: el prestasmista debe asumir el riesgo del prestatario, lo que en efecto los hace compañeros, inyectando una fuerte componente social en el sistema financiero. Este concepto separa las finanzas islámicas de las occidentales, que pretenden maximizar los beneficios y minimizar las pérdidas mediante la diversificación y la transferencia de riesgos”.

El dinero de hoy ya no trabaja, simplemente especula. En el mundo occidental la alternativa sería la llamada banca ética. Sin embargo, no despega porque adolece no de un cuerpo teórico ético sino de una visión de solidaridad con los clientes sin dinero. Quizás un mal menor. Pero la banca ética occidental no ha sido capaz de crear la ilusión en base a la corresponsabilidad. (...)
Continúa

Este sistema socioeconómico ha dinamitado que los sistemas monetarios sean fiduciarios y, por tanto, basados en la confianza entre los gobiernos y los individuos que utilizan las monedas. Hay que recuperar un estándar acompañado de una mejor distribución de la riqueza, porque si no el dinero no tiene sentido. Fuera de este marco de dinero con ética, la legitimidad política para mantener la paz y la estabilidad con el contrato social queda desprestigiada. Así empiezan los recortes sociales, la privatización de lo público y la insolidaridad. (...) Es evidente que debemos impulsar la austeridad vital y una mayor conciencia sobre lo que se hace con nuestro dinero. (...) La banca ética defiende la transparencia de sus negocios, pero le falta la voluntad de servicio, la cooperación local, la economía ecológica y la obra social. De momento, urge decir a adiós a la banca tal y como la hemos conocido en el último siglo y medio. Vivamos sin ellos.

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