El antropocentrismo tecnocrático es una cosmovisión particular donde la naturaleza es sobre todo el objeto propuesto para nuestro dominio, para nuestro provecho, gracias a la tecnociencia, fuente de la felicidad de los seres humanos. La crisis ecológica es por tanto también una crisis de valores y de civilización donde cada persona y cada sociedad tiene que repensar de forma individual y colectiva el sentido de nuestra existencia y, por consiguiente, nuestro lugar adecuado en la naturaleza. Este supone contestar de forma democrática a preguntas fundamentales y existenciales: ¿por qué, para qué, hasta dónde y cómo producimos, consumimos y trabajamos?
La humanidad, es decir tanto los individuos como las sociedades que las componemos, está ante una encrucijada: puede decidir, al igual que la civilización maya clásica, cerrar los ojos ante el peligro y caminar sin marcha atrás hacia su derrumbe, o puede decidir rebelarse y perdurar dentro de la llamada “supervivencia civilizada de la humanidad”. Para alcanzar este objetivo, es necesario otro modelo de producción y consumo donde reconciliemos, de forma democrática y solidaria, nuestra aspiración individual y colectiva a la buena vida con los límites ecológicos de un planeta finito.
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