viernes, marzo 13, 2015

Del trabajo invisible

Quien todavía dude sobre el trabajo invisibilizado y en el cual se sustenta el mercado, voy a escribir unas lineas inspiradas, hoy, en un texto que encontraréis aquí de Corina Rodríguez Enríquez. Además, hoy, voy a pensar con lógica de mercado con la que no soy afín, básicamente por la falta de perspectiva y creatividad de quienes la dirigen y obedecen.

En las normoestructuras familiares establecidas, es decir, dos personas adultas en pareja con descendencia y ascendencia a cargo, o no, conviviendo bajo un mismo techo; existen negociaciones en la división del trabajo y en el aporte monetario en el mismo. Sólo una porción de la fuerza de trabajo disponible se vende en el mercado. 

Traduzco para quienes crean que uso un vocabulario demasiado rocambolesco, aunque imprescindible para prestar atención a algunos matices: socialmente se entiende como normal una pareja que convive con personas dependientes; en ese hogar, se come, se duerme, se hace la compra, se escucha y se consuela, se juega, se administra el presupuesto familiar, se ayuda a hacer los deberes, se cambian pañales, se limpia y se vende la fuerza de trabajo a cambio de un trabajo remunerado; pero otra gran parte de la fuerza de trabajo, como hemos visto, no se vende; no se valora monetariamente.

La parte de la fuerza de trabajo que se vende (trabajo remunerado en adelante) se cambia por dinero. Ese dinero permite comprar bienes que son transformados en el interior de los hogares por una mano de obra invisible (trabajo invisible en adelante), que el mercado no contempla. Hasta hace poco, el dinero que se obtenía a cambio del trabajo remunerado era insuficiente y obligaba a reducir el tiempo destinado al trabajo invisible para destinarlo a trabajo remunerado. Al reducirse el tiempo de trabajo invisible, los bienes / servicios se empiezan a consumir transformados y listos para su consumo (comida preparada; nada de bocatas, mucho más rápido consumir un bollo; nada de escuchar, mucho mejor medicalizar; etc.) Con lo cual se incrementa la dependencia con el mercado y con el estado que debe atender las carencias sociales, lo que Bauman llamaría con el vocabulario de mercado como residuos sociales y que si llevamos a su última consecuencia somos todas las personas que formamos parte de ella, pero no me voy a extender sobre esto.

Ante este aumento de la dependencia con el mercado, aparecen necesidades que alguien debe administrar:

  • el mismo mercado, como en USA, aunque gracias a las desigualdades que genera el mismo mercado genera ya se ha visto que el estado debe intervenir;
  • las familias, como se hace en el sur de Europa, y que el estado refuerza con medidas familistas, generando una brecha de género en todos los ámbitos de la vida de la persona (laboral, psicológico, etc.)
  • las organizaciones sociales pueden ser un complemento, pero no se puede dejar exclusivamente en manos voluntarias y filantrópicas la prestación de determinados servicios necesarios para el cuidado de la vida;
  • el estado, como en los países del norte de Europa.

Alguien con un mínimo de visión se dará cuenta que si existe un equilibrio entre los ingresos en los hogares y los servicios prestados para asistir y/o suplir el trabajo invisible; se generarían un montón de puestos de trabajo y se reducirían un montón de desigualdades y problemáticas sociales. Espero haber transmitido algo de lucidez a quien le corresponda.

Hay muchas personas que están trabajando este tema sobre todo desde la economía feminista, ¡no confundir con economía con perspectiva de género! El proyecto SOPHIE analiza los impactos de políticas estructurales en la calidad de vida de las personas y ha hecho este video relacionado con este tema que me parece muy interesante. Aquí podéis ver su vídeo:



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