La globalización alimentaria empeora la calidad de nuestra alimentación. Los productos que llegan a nuestros platos requieren unos procesos nocivos que nuestro metabolismo no es capaz de asimilar. Desde el uso de pesticidas o semillas transgénicas, conservantes y demás productos tóxicos; nuestro organismo está sometido a una contínua invasión de contaminantes que derivan en enfermedades como la obesidad, la diabetes, las alergias, malformaciones congénitas, desarrollo de tumores, insuficiencias renales y hepáticas, entre otras muchas.
Que la cadena de producción de nuestros alimentos sea cada vez más larga supone que cada vez que se efectúa una manipulación existe el riesgo de contaminarlos y que para la persona que va a consumir el producto final sea más difícil elegir su alimentación como mejor le convenga a su organismo.
Podría ahondar en el uso de organofosforados o de la pérdida de nutrientes de los alimentos, pero en la Revista Soberanía Alimentaria, se han publicado artículos muy interesantes sobre todos estos temas.
En su lugar, explicaré mi vivencia personal con las alergias que no puedo regular debido al descontrol del origen de los alimentos y de los procesos a los que se someten.
Lo que nunca me había producido alergia era la leche o la leche de soja o el pan y nunca había prestado atención a esos productos. Hasta que un día me empezó a salir eccema sin explicación alguna y tuve que revisar toda mi alimentación. Al ser tan variadas mis alergias, siempre pienso en alguna alergia debida al uso de algún nuevo jabón o alguna planta o polen que no tenía controlados. Pero como si llevara un detector de toxicidad, mi organismo me proporciona pistas sobre qué es lo que está rechazando y, al final, descubrí que la leche enriquecida con Omega 3 era lo que me estaba produciendo alergia debido a que se enriquece con grasas que provienen del pescado.
Otro brote de eccema me llevó a descubrir que la leche de soja que estaba utilizando me provocaba alergia. Consulté por Internet si existían otros casos de personas que, a priori, no tenían alergia a la soja y se encontraban en un caso similar al mío y descubrí que la producción de soja en Brasil era modificada genéticamente con una nuez a la cual yo y muchas otras personas teníamos alergia.
Mi último descubrimiento de la manipulación de los alimentos fue con el pan. Ese pan precocido que se está apoderando de todas las tiendas y que venden a precios muy económicos no me sienta nada bien. Cada vez que ingiero ese pan, tengo dermatitis o diarrea y cada vez que preguntaba qué llevaba ese pan, la respuesta era: levadura, harina, sal y agua. A ninguno de esos ingredientes les tengo alergia, así que alguna mentira se ocultaba en ese pan.
Quizá los ingredientes esenciales sean los citados, pero en la linea de pan de una gran superficie en París pude leer: advertencia a personas alérgicas, este pan puede contener: restos de fruta de cáscara, harinas de pescado y trazas de huevo. Total un cóctel alergénico que me impide poder comer un bocadillo en cualquier establecimiento que pueda prepararme un bocata de pechuga de pollo o de ternera no alimentados con soja transgénica modificada genéticamente.
Conclusión: quiero comer productos de proximidad, con conocimiento de las trazas y los ingredientes que lleva. Aún así, debido a la contaminación de los transgénicos en cultivos no transgénicos, cada vez tenemos más difícil alimentarnos de forma responsable y coherente con las necesidades de nuestro organismo.
Las alergias en los alimentos transgénicos
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